El próximo domingo habrá elecciones en 14 de las 32 entidades, y aquí estamos otra vez entre descalificaciones, acusaciones mutuas y amenazas de anulaciones. Ya es tan recurrente que los partidos políticos se acusen de toda clase de atrocidades durante las elecciones que los electores simplemente los ignoran.
Que el PAN expone grabaciones telefónicas donde los gobernadores priístas están apoyando a sus candidatos, el 67% de los electores del país piensa que nadie va a dejar de votar por el PRI por escucharlas. Que el PRI acusa al Gobierno del presidente Felipe Calderón de utilizar recursos federales para inclinar las elecciones en favor de sus candidatos, el 64% dice que nadie va a dejar de votar por el PAN por saberlo.
Para el 36% de las personas que entrevistamos en la encuesta semanal para EL PAÍS, lo más delicado políticamente hablando es que el Gobierno del Presidente Calderón esté utilizando ilegalmente los instrumentos del Estado para grabar conversaciones telefónicas de sus adversarios. Para el 22% está peor que los gobernadores priístas estén apoyando descaradamente a sus candidatos cuando deberían mantenerse imparciales en los comicios. Mientras, el 27% piensa que las dos cosas son igual de preocupantes y otro 6% ya no sabe ni qué pensar.
Los mexicanos estamos tan acostumbrados a las pirotecnias electorales que el 42% de las personas que entrevistamos, ante el anuncio del presidente Calderón de suprimir el pago del impuesto de tenencia en la compra de autos nuevos, lejos de hacerlos pensar que con eso va a ayudar a los candidatos del PAN, lo que hace es convencerlos de que "están muy desesperados porque el PRI va a ganar las elecciones".
El hecho es que la recurrente obsesión que tienen los políticos mexicanos por descalificar cuanto proceso electoral enfrentan va a terminar por dar al traste con la ya muy frágil credibilidad que tienen las autoridades electorales en nuestro país y con ella, la muy incipiente democracia que vivimos, pero ¡sigámosle!
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